Como tecnología, la imprenta permitió en su momento, allá por los
años 1460, hacer copias de información en grandes cantidades. Teniendo en
cuenta los recursos que requería la copia a mano, la reducción de coste fue tan
grande que permitió una forma de difundir el conocimiento completamente nueva.
A su alrededor, con el paso de los siglos, se creó toda una arquitectura legal
y social, que no ha cambiado sustancialmente desde hace 200 años.
Cuando han ido apareciendo
nuevas tecnologías para la reproducción de información (el fonógrafo, el cine,
el vídeo) se ha adoptado para ellas el mismo modelo legal usado para la
imprenta (cuyo núcleo es la legislación sobre propiedad intelectual). Y lo
mismo ha ocurrido con la aparición de la informática y los programas de
ordenador (que al fin y al cabo no son sino otro tipo de información que se
puede reproducir a bajo coste en grandes cantidades).
Sin embargo con el paso del
tiempo, y de forma especialmente acelerada en los últimos años, somos testigos
de un cambio cualitativo. Ya no sólo es posible editar con bajos costes grandes
cantidades de una misma información, sino que podemos hacer copias de casi
cualquier tipo de información, en cualquier cantidad (desde un solo ejemplar
hasta decenas de millones), y colocarla en cualquier parte del mundo, con un
coste ridículo (al menos para los estándares del mundo rico). Nunca antes un
autor había tenido la oportunidad de que su obra esté literalmente al alcance
de decenas de millones de observadores (lectores, espectadores, oyentes)
potenciales, repartidos por todo el planeta, prácticamente sin coste para él.
Por supuesto, luego los consumidores potenciales se convertirán (o más
probablemente no) en consumidores reales, pero esa es otra historia.
Es difícil imaginar lo que
supondría disponer de estas posibilidades con objetos físicos. El equivalente
podría ser el duplicador universal de objetos: una máquina maravillosa capaz de
producir copias idénticas de cualquier ente físico, casi sin consumo de energía
ni de materias primas, y que colocaría la copia en cualquier lugar que se le
indique. Esto es justamente lo que tenemos en el ámbito de la información. Pero
lo tenemos desde hace tan poco tiempo que aún estamos aprendiendo a usarlo.
Y aún hay más. Como la
información está en un soporte completamente flexible, es sencillo modificar
cualquier obra, componerla con otras, y colaborar en la creación de obras
conjuntas. Lo que hasta hoy ha sido (salvo anécdotas) producción individual o
de grupos muy pequeños (y muy coordinados) puede ser ahora construido por
grupos potencialmente muy grandes, poco o nada coordinados, trabajando durante
largos periodos de tiempo.
Ahora bien, ¿Qué seremos
capaces de hacer con todas estas nuevas posibilidades? Aún es muy pronto para
saberlo, pero algunos experimentos que ya están en marcha parecen indicar que
los cambios pueden ser al menos tan importantes como los que en su día produjo
la imprenta.
F2: http://es.wikipedia.org
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